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En familia

 -Otras víctimas de la Ley asesina

-Ronal Suárez Ramos

     Son aproximadamente las ocho de la mañana del lunes 25 de diciembre, cuando combatientes de las Tropas de Guardafronteras de servicio en la ensenada de Los Cocos, a unos 10 kilómetros de Cabo Corrientes, divisan una embarcación que navega de Este a Oeste.  Evidentemente está en dificultades, por lo que comunican lo observado al mando superior y se disponen a ayudar en todo lo posible. La lancha, de unos seis metros de largo por dos de ancho,  con 11 hombres a bordo, enfila directamente hacia el farallón en medio de  gran oleaje. Algunos de los tripulantes preguntan por el lugar más apropiado para desembarcar, pero ese sitio no existe allí. Tratan de aprovechar una alta ola que los suba hasta una especie de escalón, donde podrían descolgarse sobre la roca, pero solo lo consigue uno. Los demás caen al agua tras volcarse y hundirse la maltrecha embarcación. Desde tierra, los combatientes inician la labor de salvamento con los medios a su alcance. Les tiran  cuanto pueda servirles para mantenerse a flote y les dan orientaciones para la supervivencia. Pero el mar está embravecido, varios de los náufragos son arrastrados por las corrientes y disgregados por el área. Llega una lancha de Guardafronteras y más tarde un helicóptero de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, que también en condiciones difíciles completan el rescate de nueve hombres. Los dos restantes serían dados por desaparecidos tras horas de infructuosa búsqueda.  Víctimas de una descabellada aventura24 horas después, en la Unidad Provincial de Operaciones del Ministerio del Interior, conocemos el balance preliminar de la investigación en marcha. De los nueve rescatados, seis son de Ciudad de La Habana y tres de Provincia de La Habana. Uno de los desaparecidos es conocido por Adalberto, “el guajiro”, de Camaguey, y del otro solo se sabe que se nombraba Alexei y residía en la Capital. Según los testimonios disponibles, todos recibieron por distintas vías la indicación de situarse en determinados lugares, donde les recogerían para emprender una salida ilegal del país, que finalmente se materializaría el jueves 21, en horas de la madrugada. Así fueron transportados hasta un punto situado entre Playa Cajío y Batabanó, al Sur de Provincia de La Habana, donde tras pagar el precio convenido abordaron la lancha construida con material plástico, equipada con un motor Lombardini, similar a los que se usan en labores de regadío.   El propósito del grupo era llegar a territorio mexicano y desde allí cruzar a los Estados Unidos, aprovechando las bondades de la llamada Ley de Ajuste Cubano. Una locuraJorge Luis Valdés Cardentey, de 29 años de edad, trabajador por cuenta propia, y uno de los frustrados emigrantes ilegales, afirma que ninguno tenía conocimientos de navegación. Se turnaban para llevar el timón y consumían alimentos y agua que les habían entregado junto con la improvisada nave. El recibió las indicaciones para el viaje mediante una llamada telefónica desde los Estados Unidos, y abonó 2 500 dólares por el viaje. Dice ser su primer intento, y el último, pues lo vivido durante cuatro días y noches es suficiente. “Es una verdadera locura, solo quien no se ha visto en el mar de noche, en un medio desprovisto de seguridad, puede hacer lo que hicimos. En el momento que enfilamos hacia la costa, reinaba la desesperación, pues el agua escaseaba y las olas eran muy grandes. Lo único que queríamos en ese momento era tocar tierra firme”, expresa.Y agrega: “Al llegar ya estaban allí los guardafronteras, algunos de los cuales incluso arriesgaron sus vidas para salvarnos. Yo estaba a punto de desfallecer cuando me tiraron un tanque plástico que me permitió mantenerme a flote hasta que se presentó la lancha a rescatarme. Cerca de mí vi hundirse a Alexei y pensaba que habían muerto muchos más”. Según Jorge Luis, gentes que pasaron por trances similares le habían alertado, pero nadie escarmienta por lo que le dicen.”Uno piensa en el que llegó sin problema, y no tiene en cuenta a los que no llegaron”, comenta. Reinaldo Rabeiro Almesana, por ejemplo, no se muestra escarmentado. Dice tener en los Estados Unidos a parte de la familia, y confiesa que si se le diera una oportunidad más segura de ir para allá, lo intentaría nuevamente. ¿Y por qué no emigran de forma legal?En eso si coinciden ambos: “Es por gusto, en la Sección de Intereses ponen todo tipo de trabas para viajar; se gasta mucho dinero en las gestiones y al final no se consigue nada”. Mientras, sigue la tentación de una Ley, establecida únicamente para los cubanos, que les ofrece todo tipo de ventajas si llegan a territorio estadounidense. Toda una invitación a aventuras como la que acabamos de narrar, que cuestan vidas, y no son más por el alto sentido de responsabilidad y gran cuota de humanismo característicos de quienes cuidan nuestras costas. Los integrantes de este grupo saben ahora, y solo ahora, por qué se le ha bautizado como la Ley Asesina. 

1 comentario

Omar -

En el sur del continente, de estas historias, poco y nada se dice. Es muy interesante la nota que uds. escriben.

Saludos desde Buenos Aires