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En familia

Tras un siglo de existencia

Esther Montes de Oca tiene aún cosas por ver

 Por Ronal Suárez Ramos

Esther Montes de Oca nunca tuvo entre sus expectativas alcanzar un siglo de existencia, pero ya que la vida le ha hecho ese regalo –confiesa-, espera conocer aún sucesos trascendentales.

 Nacida el siete de agosto de 1910 en el seno de una familia de profundas raíces patrióticas,  esta mujer es todo un símbolo de entereza y fidelidad a sus principios, cimentados por el dolor de haber perdido a sus dos únicos hijos (Luis y Sergio Saíz Montes de Oca), asesinados en la noche del 13 de agosto de 1957 por un esbirro de la dictadura batistiana.

   Desde entonces, su principal razón de vivir fue la defensa de sus ideas, y su gran satisfacción, ver que la Revolución triunfante el Primero de Enero de 1959, hacía realidad los sueños de aquellos valerosos jóvenes, cuyo pensamiento político se adelantaba a la época.

“Imagínate que ellos planteaban que en cada municipio debía haber una universidad. Yo les decía, ustedes están locos, pero me reafirmaban: ¡ya lo verás! Expresa mientras conversamos en la sala de su casa, por añadidura el único museo habitado, donde el tiempo parece haberse detenido hace 53 años.

 Esther era una consagrada maestra de escuela pública, la misma a la que asistieron sus hijos a pesar de que su posición económica les permitía  matricular en un colegio privado, algo que los muchachos rechazaron siempre, fieles al pensamiento martiano: “Con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar…”.

Junto a su esposo Luis R. Saíz, prestigioso juez de profesión, habían constituido aquella familia, caracterizada por la unidad y el amor. Ella conocía los trajines revolucionarios de sus hijos y temía por sus vidas en medio de tanta represión, pero respetaba la firmeza de  aquellos jóvenes y sus inobjetables argumentos de que eran necesarios en Cuba cambios radicales, plasmados en el manifiesto “Por qué luchamos”, devenido su testamento político.

 A contribuir con aquellos objetivos dedicó desde ese momento toda su energía: revolucionaria activa, su vivienda alojó durante dos meses a los guerrilleros que bajaron de las montañas de Pica Pica tras el derrumbe de la dictadura; fue pilar de la campaña de alfabetización y dedicó al magisterio más de cuatro décadas; integró varios comités municipal y provincial del Partido, y mientras las condiciones físicas se lo permitieron, su labor se hizo sentir en la Federación de Mujeres Cubanas, organización de la cual fue fundadora.

 ¿Qué se piensa al llegar a un siglo de vida?, le pregunto casi al final de la conversación.

“Es un momento en que se medita sobre una lucha tan larga, y en lo que una ha hecho; yo no me arrepiento de nada, aunque a veces lamento no haber hecho un poco más por contribuir al mejoramiento de la sociedad. Estoy orgullosa de ser cubana y sanjuanera, siempre he estado muy identificada con este pueblo, al igual que lo estuvieron mis hijos.

 ¿Y que más le gustaría ver?. Bueno, ya en estos días recibí la alegría de ver a Fidel recuperado y activo; ahora  me falta ver que liberen a nuestros Cinco Héroes injustamente presos en los Estados Unidos. La lucha por su regreso está planteada y espero que más temprano que tarde estén de vuelta para recibir el agradecimiento y la admiración de todo nuestro pueblo, que ve en ellos paradigmas de firmeza y lealtad a la obra de la Revolución.

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