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En familia

La histórica llegada de Fidel a Pinar del Río

 

-Ronal Suárez Ramos

 

“La Revolución ha logrado ya su primera etapa: el derrocamiento de la dictadura. Hemos recobrado nuestras libertades públicas, hemos recobrado nuestros derechos, pero eso no es suficiente; queda mucho por hacer. El pueblo espera más de la Revolución, el pueblo espera de la Revolución todo aquello que no ha recibido en 50 años de república”.

 Estas palabras, expresadas por el Comandante en Jefe Fidel Castro desde la tribuna instalada sobre una rastra en la calle principal de la ciudad pinareña, dejaban claro que una nueva etapa en la historia de Cuba había comenzado.

 Entrada la noche del 17 de enero de 1959, arribaba la Caravana de la Libertad a la capital de la entonces llamada “cenicienta”. El trayecto desde La Habana había demorado más de lo previsto, pues a todo lo largo del camino debió detenerse varias veces para facilitar el encuentro de los héroes con su pueblo.

 Pero nadie se movió de su puesto. Un público ávido de ver personalmente al Fidel del Moncada, del Granma y la Sierra Maestra, esperaba a pie firme. Había seguido sus hazañas durante la lucha, y su verbo ardiente, radical, definitorio de los cambios que se avecinaban, desde que el primero de enero llamó a frustrar los planes de quienes pretendían escamotearle el triunfo al pueblo.

 ¿Cuál era la situación imperante entonces en la provincia de Pinar del Río?. La inmensa mayoría de los campesinos no eran propietarios de sus tierras y estaban sometidos a distintas formas de explotación, como la aparcería y el arrendamiento.

 El llamado tiempo muerto en el campo y un alto nivel de desempleo en las ciudades, podían identificarse como principales causas de las penurias a que estaba expuesta la mayoría de los pinareños.

  No existían ninguno de los 31 embalses que hoy poseen capacidad para acumular más de 900 millones de metros cúbicos de agua; ni los planes citrícolas y arroceros fomentados en antiguos latifundios improductivos. El desarrollo industrial era casi nulo.

 La ciencia, el deporte y el arte pertenecían exclusivamente a las clases pudientes, así como el acceso a la universidad, que entonces debía cursarse en la capital del país. Un 30 por ciento de analfabetismo había registrado el censo realizado poco tiempo antes.

  Con total desprotección en los servicios públicos de salud que se reducían a un pequeño hospital y algunas casas de socorro, no podía extrañar que el índice de mortalidad infantil se estimara en 60 por cada mil nacidos vivos.

 “No había venido a Pinar del Río porque tuve necesidad de permanecer en La Habana durante varios días”, se excusaba Fidel. Y agregaba: “tal era el fervor revolucionario de esta provincia, tan grandes han sido sus méritos en esta lucha, que en el trayecto entre Oriente y la capital me llegaron insinuaciones de numerosos compañeros pidiéndome que antes de llegar a La Habana viniese a Pinar del Río. No era posible, sin embargo, detener la marcha de toda la columna (…) y yo les respondía (…) no se preocupen, que a Pinar del Río no lo tenemos olvidado, que a Pinar del Río iremos”.

 Aquel primer encuentro del Lider con los pinareños, constituyó ocasión para denunciar la reacción de las clases desplazadas del poder y su mentor, el gobierno de los Estados Unidos, que comenzaba a manifestarse en campañas mediáticas.

 Con su acostumbrada visión capaz de adelantarse a los acontecimientos, Fidel alertaba: “Después de aislarnos, lo que harían (…) sería tratar de dividirnos, y después mandar una expedicioncita de esas; esos serían los pasos que seguirían si nosotros no tomamos las medidas oportunas a tiempo”.

 La vida le dio la razón, agresiones de todo tipo ha debido enfrentar desde entonces el pueblo cubano, fraguadas por la mayor potencia militar y económica de estos tiempos.

 Ninguna de ellas pudo evitar que se cumplieran las expectativas de cambio despertadas en los pinareños, por aquel histórico encuentro que ya cumple medio siglo.

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