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En familia

El camino al "paraíso"

El camino al "paraíso"

Este es un reportaje inédito, a propósito de una de las salidas ilegales hacia los Estados Unidos, que alienta la Ley de Ajuste Cubano, una medida que acoge en ese país a los habitantes de la isla que llegan a tierra norteamericana arriesgando su vida, cruzando las aguas turbulentas del estrecho de la Florida.

Algo contradictorio, si se compara con las enormes trabas que sufren el resto de los latinoamericanos.

Tráfico ilícito de personas

Entre la irresponsabilidad y la codicia  

Por Ronald Suárez Rivas  

San Cristóbal, Pinar del Río.- La proximidad del amanecer no ha conseguido detener el acecho de los mosquitos. Están entre el fango, con los pies mojados. Muchos no traen abrigos y el frío seco de la costa les cala los huesos.   Son 24 hombres, 12 mujeres y 7 niños que han viajado desde cinco provincias hasta Punta Caracoles, lugar cenagoso e inhóspito al Sur de Vueltabajo, para intentar salir del país ilegalmente.  Villaclareños, cienfuegueros, habitantes de las dos Habanas y de Pinar del Río componen el grupo de 43 personas, incluidos el organizador y dos guías.   Desde Miami, donde operan con total impunidad las redes que se enriquecen con el tráfico de seres humanos, les han anunciado un viaje cómodo y rápido.  Y el gobierno de los Estados Unidos les promete – a diferencia de lo que sucede con el resto de latinoamericanos y caribeños- una acogida amable, sin trabas migratorias, siempre y cuando lleguen a su territorio arriesgando la vida, sorteando las aguas turbulentas del estrecho de la Florida.   La realidad ha sido diferente. Han caminado más de 30 kilómetros, entre marabusales espinosos primero, luego entre el mangle. Llevan días sin probar alimentos o beber agua potable. Hay varios que solo esperan el alba para emprender el regreso.  A las 5:30 a.m. escuchan los motores de la lancha. Les hacen señales con linternas.  Pero no están solos, desde hace meses se ha reforzado la vigilancia de la costa Sur de Pinar del Río, debido a la insistencia de traficantes en organizar por la zona las salidas ilegales, que luego conducen hasta Norteamérica vía México.  Una embarcación de guardafronteras que anda de patrullaje da la voz de alto. Pero los de la lancha ofrecen resistencia.  Los de tierra escuchan disparos y comprenden que el intento de salida ha sido abortado. Tienen suerte, muchos están en mal estado y probablemente no habrían soportado la travesía.  Desde el mar, la tripulación de guardafronteras ha escuchado voces de mujeres y el llanto de niños.

El rescate 

Fuerzas del MININT, las FAR y trabajadores del CAI 30 de Noviembre, se movilizan de inmediato para salir al encuentro de esas personas, que pueden estar en malas condiciones.   Junto a ellos van dos ambulancias para dar asistencia médica  a quienes lo requieran y, si hay un caso grave, moverlo rápidamente al hospital.  Avanzan hacia el Sur, pero solo consiguen llegar hasta las instalaciones de la Agropecuaria Militar, en El Novillo. Lo intrincado del lugar impide seguir.   Allí se improvisa un puesto de mando y se preparan condiciones para recibir posibles enfermos. En medios rústicos, combatientes y trabajadores continúan la marcha. Pero no es hasta mediodía que dan con las primeras personas.  “Los atendimos a todos y trasladamos a los dos más graves hasta el hospital Comandante Pinares”, dice Orestes Álvarez, intensivista del Grupo Vital Avanzado de San Cristóbal.  Se trataba de Gabriela, una niña de tres años con antecedentes alérgicos, que presentaba muchas lesiones en la piel y que los galenos interpretaron como una dermatitis ocasionada por las picaduras de los insectos. El otro era Abraham, un varón de 11, quien llegó deshidratado.   Se dan los primeros auxilios y se trasladan al hospital, donde son puestos en manos de los pediatras.  Hacia la medianoche (del miércoles), según la dirección del centro, ambos se reportaban “de cuidado”, su evolución era favorable y habían estado durmiendo casi todo el tiempo.  Orestes recuerda que la niña lo primero que hizo al ver los médicos fue pedir alimentos. “’Un poquito de arroz y un huevito’”. Imagínese, llevaba tres días sin comer, bebiendo agua de los pantanos. Más que recibir asistencia médica lo que deseaba era saciar el hambre.  “Las ambulancias de urgencia tienen una libreta donde los pacientes pueden manifestar su opinión sobre el servicio.  Muchas madres nos expresaron su gratitud y algunas quisieron dejarlo por escrito”.  En una de las páginas pueden leerse mensajes como el siguiente:  “Yo, Dianelys Martínez, madre de José Carlos Iglesias, estoy eternamente agradecida por la atención que los médicos le dieron a mi niño en este momento tan desesperante”.

Falsas promesas 

Susima Amaro sabía que sus padres no la dejarían intentar una salida ilegal del país con su pequeño de dos años, por eso no se despidió de nadie. Solo dejó una nota diciendo que llamaría más tarde, cuando llegara al lugar a donde iba.  Pensaba encontrarse con su esposo, quien reside en los Estados Unidos. “Se fue cuando yo tenía cuatro meses de embarazo, no ha podido conocer a su hijo”, dice.  Según afirma, esta es la primera vez que ha intentado emigrar. “¿Por qué esta vía? Porque pensé que era la más rápida. A través de la Sección de Intereses norteamericana iba a tardar muchos años para reencontrarme con mi esposo, si es que lo conseguía”.   Ya en la costa, Susima sintió deseos de regresar, pero no se atrevió a intentarlo sola. “No había cómo orientarse y hacía mucho frío”, recuerda.  “Todo era fango, mosquitos y humedad. Aún así, la segunda noche tuve que sentarme y poner a mi niño sobre mí, para que pudiera dormir algo.  “Cuando se nos terminó el agua tuvimos que beber la de una laguna. Con el dolor de mi alma se la di, pero si no lo hacía se iba a deshidratar.   “Sentí que lo podía perder y me dio miedo. No vale la pena arriesgar a los hijos de esa manera”.  Conrado Cruz, de diez años, salió de casa, en San José de las Lajas, pensando que iba a pasear. Eso fue lo que le dijo su mamá. Detrás quedaron el padre y un hermanito de dos años y medio, de quienes no se despidieron para que no sospecharan que pretendían abandonar el país.  No llevaban agua ni alimentos. Les habían dicho que todo sería cómodo y rápido. Pero la realidad fue otra.   “Quería salir de allí lo más pronto posible, deseaba regresar a mi casa porque extrañaba a mi familia, pero el fango no me dejaba caminar”, recuerda Conrado.  Cuando lograron atravesar los manglares cenagosos de la costa pinareña, hallaron huellas de bicicleta y de herraduras de caballo. Con las fuerzas disminuidas de quienes llevan días sin probar alimento, siguieron el rastro hasta que una patrulla de rescate los encontró y los puso a salvo.   “Hay personas que te llaman, que te dicen que todo será rápido. Teníamos que sufrir en nuestro propio pellejo lo que se siente cuando uno está allí”, cuenta Aranays Hernández, la madre.

Historias sin fin 

“Vamos para la almendra”, esa fue la contraseña convenida por los organizadores. Al escucharla, cada una de las personas que había viajado desde varios puntos de la isla hasta el puente de Taco Taco, en la autopista Habana-Pinar del Río, debía abordar el transporte que los conduciría a un lugar apartado. De allí continuarían a pie hacia la costa.  “Me involucré en esto por embullo”, asegura Edel del Toro, de Ciudad de la Habana.   “Un amigo ofreció prestarme el dinero para sacarme, después recibí una llamada telefónica diciéndome la hora y el lugar donde debía estar. Así empezó todo; pero no pienso volverlo a hacer, para mí esta historia acabó”.  Pero la historia del tráfico ilícito de personas hacia los Estados Unidos está aún lejos de terminar. El principal organizador de esta operación, según informaciones del Ministerio del Interior, reside  allí.  Antes de emigrar vivía en San Cristóbal. Ahora se dedica a preparar salidas ilegales desde territorio norteamericano. El negocio es lucrativo, se cobra entre 8 y 11 mil dólares por persona.  No siempre las cosas salen bien, esta es la tercera red que le capturan. Sin embargo, la Ley de Ajuste Cubano estimula el tráfico, el gobierno estadounidense les permite operar con libertad y siempre hay quienes les siguen el juego, movidos por la irresponsabilidad o la codicia.  

2 comentarios

Dayana Litz -

Hola Ronald!!!
Viendo los enlaces de Belkys, me llamó mucho la atención el título "Familia de periodistas". Me ha encantado la página, está muy clara la profesionalidad que existe y cómo temas tan complejos como la migración potenciada por salidas ilegales, puede llevarnos hacia una mirada más humana.
Te felicito mucho por tu trabajo. En serio que me siento muy orgullosa de haber compartido mis años de universidad con gente tan valiosa y que hoy representan a los medios cubanos en cualquier lugar del mundo.
Unos días atrás estaba tratando de re-construir desde el enfoque de género, a las travesías por las famosas “90 millas”. No lograba encontrarle una salida desde la “academia” a cómo fluctúan las necesidades “prácticas” y “estratégicas” de quienes migran o… se quedan en el intento.
Ahora me ubico en tu trabajo, y se me complejiza más mis “supuestos” pues es súper interesante cómo el lector ya empieza a contradecir al discurso hegemónico de EEUU con respecto al por qué los cubanos migran a partir de tu título… las comillas en “paraíso”.
Al mismo tiempo lo interconecto con mis indagaciones, madres y padres llevando a sus hijos, arriesgándoles la vida y cómo –quienes están del otro lado- constituyen familias trasnacionales que actúan como soportes y son fuentes de identidad. Pero esto, sin dudas conlleva a un sinnúmero de desestabilizaciones permanentes. Decir familia transnacional es complejo, pero al leer en tus trabajo lo siguiente: “Se fue cuando yo tenía cuatro meses de embarazo, no ha podido conocer a su hijo”… observo que los conflictos que aparecen en este tipo de familias se agudizan y a veces las salidas ilegales no son las más “inteligentes”, ni las más justas para unir a la familia. Y estas salidas ilegales a lo que puede llevar, en muchas ocasiones, es a una ruptura de identidad común en la familia frente a la migración.

Zenia -

Interesantísimo material.
Triste realidad cuando no se valoran y sopesan bien todos los peligros y las intenciones de los piratas del mar.